"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

jueves, 9 de agosto de 2012

SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT

MEDITACIÓN DE PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA

Cuando San Luis María (1673-1716) se encontraba en Poitiers, predicando los Ejercicios Espirituales a las monjas de Santa Catalina el obispo, influenciado por el jansenismo, le ordenó abandonar inmediatamente la diócesis. El santo obedeció. Al momento de despedirse, dado que le fue prohibido hablarles a los habitantes de Montbernage, les escribió una carta digna del celo de San Pablo y que concluía con estas palabras: "Con María todo es fácil. Pongo toda mi confianza en ella, a pesar de los rayos del mundo y los truenos del infierno. Repito con San Bernardo: "He puesto en Ella una confianza sin límites; es ella toda la razón de mi esperanza". Por María buscaré y hallaré a Jesús, pisaré la cabeza de la serpiente, venceré a todos mis enemigos y sea ello mismo para la mayor gloria de Dios".



Las palabras de San Luis María son magníficas, pues nos muestran algunos aspectos que corresponden profundamente a la vocación contra-revolucionaria.

Ante todo, huelga mencionar su devoción a Nuestra Señora, que perfuma todos sus escritos, y es ésta su gloria más grande.

En segundo lugar, tuvo por así decir el don de atraerse muchos enemigos, de inspirar el odio de muchos que conspiraron de consuno contra él. Los poderosos de esta Tierra -los mismos que habrían tenido que estar más interesados en su predicación- por una aberración y una paradoja fueron aquéllos que más lo combatieron. Lo dice explícitamente el santo: fueron los poderosos a unirse y a conspirar contra su acción. Estos poderosos representaban la administración real, la aristocracia, la jerarquía eclesiástica, el clero. En pocas palabras, se trataba de personas que odiaban los mismos principios e instituciones que el santo defendía, que ellos decían representar y de las que dependía la misma existencia de ellos.

Por defender San Luis María estos principios, por explicarlos de modo profundo combatiendo el orgullo y la sensualidad, por predicar con ánimo y presentar la verdadera devoción de Nuestra Señora, los poderosos de la tierra lo odiaban. Conocéis el resultado. Los lugares dónde la predicación de San Luis María fue acogida favorablemente -la Vandea y Bretaña- fueron casi los únicos lugares en que, unas generaciones después, se alzaron para defender el Trono y el Altar contra la Revolución francesa. Los únicos defensores del Trono y el Altar fueron los hijos espirituales de aquel hombre a quien el Altar y el Trono persiguieron con tanta saña. Se ve aquí como una nación puede lanzarse en una loca carrera hacia su propia destrucción. Esto ocurrió a Francia.

La explicación más profunda de la Revolución francesa no está en la fuerza de sus partidarios ni en la debilidad de aquellos que habrían tenido que combatirla. La pusilanimidad derivaba precisamente de no haber escuchado a San Luis María, de no haber escuchado el mensaje del Sagrado Corazón transmitido a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), la cual había pedido a Luis XIV (1638-1715) que el Sagrado Corazón fuera colocado en la bandera francesa y que Francia se consagrara al Sagrado Corazón de Jesús. El resultado fue la Revolución francesa. Fue la infidelidad a Dios de aquellos que habrían tenido que serle fieles, la infidelidad fue la que condujo las cosas hasta aquel punto.

En tercer lugar, comprendemos la misión de San Luis María como la de un profeta despreciado. Llevó la batalla por Dios y Nuestra Señora a un nivel de choque superior, y como resultado fue rechazado, odiado y perseguido: es lo que ocurre a los auténticos contra-revolucionarios, también hoy. Los malos lo burlaron y lo despreciaron tal como burlaron y despreciaron a Nuestro Señor Jesucristo. San Luis María recibía la orden de dejar la predicación y abandonar la diócesis, y obedeció. No se rebeló ni se desanimó. Le fue prohibido hablar en público, y obedeció.

No obstante, escribió. ¿Y qué es lo que encomendó? Encomendó combatir: "no doblarse pasivamente -escribió- a los que blasfeman e imprecan, cantan canciones inmorales y se emborrachan". Indicó a sus discípulos cómo reaccionar y protestar con firmeza, frente a estas personas, en una actitud de verdadero combatiente.

Le pedimos a San Luis María que aumente nuestra devoción a la Virgen, que haga de nosotros combatientes contra el mal y que nos dé la fuerza de seguir sus pasos en el camino de la Contra Revolución sin que nos desalienten la escarnecedora burla, el odio o la persecución.
La Vandea
La devoción a San Luis María Grignion de Montfort es uno de los caracteres típicos de la espiritualidad del Doctor Plinio Corrêa de Oliveira, como también lo fue del Beato Juan Pablo II que, cabalmente, del santo francés tomó el lema, referido a la Virgen María, de su Pontificado: "Totus tuus".

Massimo Introvigne.

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