"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

lunes, 20 de agosto de 2012

BUEN GOBIERNO Y VALORES NO NEGOCIABLES



¿Cuántas veces no oímos a políticos, a analistas, a laicistas militantes, o incluso a gente común en el bar o el trabajo, acusar a la Iglesia de intervenir en las cuestiones públicas y políticas? 

-¿Pero cómo puede ocuparse la Iglesia de política, cuándo lo único que tendría que hacer es pensar en rezar? -dicen.


Muchos querrían, en fin, restringir la fe a la esfera de la vida privada negando de este modo la dimensión pública y prefiriendo una Iglesia encerrada en la sacristía. 

Es oportuna una premisa fundamental.

Existe un derecho natural que, justo por ser tal, puede ser comprendido por todos, en cualquier momento y en cualquiera cultura, y que, por lo tanto, no es tan sólo accesible a los creyentes.

Es cierto que  esta capacidad natural puede ser obscurecida y atrofiada en algunos momentos históricos, puede haber mayorías o hasta culturas enteras incapaces de percibir la ley moral; la historia lo demuestra (como ejemplos podríamos citar muchos). Pero eso indica con mayor razón que existen un bien y un mal objetivos que no dependen de convenciones humanas, no dependen de la mayoría de una época, ni dependen de la legislación existente, sino que siempre son válidos, en todo lugar y para todo hombre.

Así pues, la Iglesia no enseña solamente lo que ha sido revelado por Dios através de las Sagradas Escrituras, también enseña cuanto concierne a la naturaleza, porque Dios, que se ha revelado en Cristo, es el mismo que ha creado el hombre y el mundo, inscribiendo en la creación una ley precisamente natural, (con las miras finales puestas en el Bien supremo, que es el mismo Dios) y cuyo respeto también comporta el bien-ser (el estar-bien) del hombre y de la sociedad.

Algunos políticos católicos reclaman la autonomía de la política y las decisiones que los gobernantes tienen que tomar. Es el caso, por ejemplo, del ex-primero ministro Romano Prodi, que con ocasión del Referendum para modificar la Ley 40 (relativa a la fecundación artificial) se autodefinió como "católico adulto", justo para subrayar su independencia en relación a las indicaciones de la Iglesia; o el caso del diputado Rosy Bindi que muchas veces en el pasado ha reivindicado públicamente tal autonomía en política;  o más casos todavía.


Permítasenos un inciso sobre la definición de "católico adulto", expresión que han cunde entre los políticos y con frecuencia también entre los electores. Alguien ha dicho, justo en el Evangelio de hoy: "En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el reino de los cielos" (Mt 18, 1-4).

Este pasaje del Evangelio resuena particularmente signficativo acerca de a los pequeños y los que se creen "adultos" en la fe. Cuánto menos tendría que hacer reflexionar.
San Josemaría Escrivá decía a propósito: "Hacernos niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia; reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños [...] ser sencillos, sin esas complicaciones que nacen del egoísmo de pensar sólo en nosotros; a estar alegres, sabiendo que nada puede destruir nuestra esperanza." (Hacerse como niños).

Pues, así como el niño se sabe necesitado de papá y de mamá para crecer, sabiendo que en ellos tiene un firme asidero para aprender a vivir, del mismo modo "llegar a hacernos como niños" significa no alzar el criterio propio y particular como criterio para toda decisión, sino -al contrario- reconocerse criaturas, conscientes de la fragilidad intrínseca, tener total confianza en Él que es el creador del universo, reconocerse menesterosos de Su Amor y de Su auxilio, enfilar la calle indicada por Cristo por reconocerle la validez, la verdad, la belleza;  en ella se quiere estar, incluso cayendo mil veces. La fe, en suma, es obediencia a la Verdad revelada y no el seguimiento de lo que cada uno piense ser la verdad según su criterio particular.

En estos días, Pier Ferdinando Caseni (líder de UDC), ha declarado que establecerá alianzas políticas con independencia de los temas éticos y, todavía más, ha anunciado una apertura de su partido político al reconocimiento civil de las uniones homosexuales, con un acuerdo político con el Pd, que comienza en Sicilia con el apoyo del candidato de la izquierda Crocetta. La historia del Dc se repite, después del divorcio y el aborto, en un clima de compromiso cultural. Se ve que, más allá del resultado político, la traición está sobre los valores; a la cara de los principios no negociables. Así como sucedió en Piamonte en las postreras elecciones regionales, cuando el Udc apoyó la Bresso para vencer (en aquel caso, a la postre, perdió).

En la base de todo esto hay una equivocación de fondo: eso de reivindicar libertad en el ámbito político, pero se olvida que la legítima autonomía en las cosas temporales con respecto a la autoridad eclesiástica no significa que el gobernante católico no esté obligado a respetar -en las leyes que promueve o apoya- el derecho natural y, por lo tanto, la unicidad e irrepetibilidad de la familia natural y su centralidad en la vida social. El político, pues, no puede desear que la Iglesia se ocupe de las cosas de Dios, como si la familia o el casi-matrimonio de las uniones de hecho no sean asuntosde Dios y de la Iglesia. Y en todo caso, está claro que una posición política distante del Magisterio de la Iglesia no puede definirse como "católica".

En este marasmo, además, es digno de registrar como algo de todo punto positivo el documento que sobre esta cuestión el PdL ha difundido en estos días: "Derechos de la familia y derechos de los miembros de la pareja de hecho", suscrito por 173 parlamentarios.

El punto es que muchos intelectuales católicos han perdido la noción de derecho natural y, por lo tanto, han olvidado el sentido universal, válido para todos los hombres, no sólo para los cristianos, de las propuestas avanzadas por la doctrina de la Iglesia sobre temas fundamentales como la vida y la familia. Muchos católicos creen hoy ser portadores de una elección de fe opinable junto a otras propuestas, en vez de hacerse cargo de la tarea de ayudar a los hombres de su tiempo a reconocer el plan de amor que Dios diseña para cada persona y todas las naciones. Un plan que es lo único que salva, aunque la Misericordia divina también obra fuera Iglesia visible.

Ahora, como dije, este plan de Dios es parcialmente comprensible por la razón humana, al menos en lo que atañe a los valores más importantes. Pues, el rechazo de los c.d. "uniones de hecho" hoy, así como otras batallas pasadas (contra la Ley 194 o contra el divorcio o contra las modificaciones a la Ley 40 respecto al c.d. PMA) son batallas que la Iglesia no puede soslayar, dado que concierne a todo hombre, con independencia de la fe religiosa que cualquiera profese.

Quisiera recordar la ardiente apelación de Juan Pablo II en Loreto, aquel año de 1985, cuando exhortó a los católicos a estar visiblemente presentes en la vida pública de las naciones modernas.

Tal como muchas otras apelaciones parecidas que han sido pronunciadas por Papa Benedicto XVI durante su pontificado en defensa de los "valores no negociables" que recordamos son: la defensa de la vida humana desde el principio hasta el final, la tutela de la familia natural fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, la libertad religiosa (incluyendo la libertad de educación). Principios fundamentales de los cuales también derivan, a la postre, todos los demás: justicia social, trabajo, vivienda y salud, red acogedora y solidaria.

Para terminar, digamos que el Cardenal Bagnasco, hace apenas dos días, ha remachado que "sobre los valores no se puede regatear", y que "los valores no son todos iguales, puesto que existe una jerarquía y conexión internas;  la ética de la vida y de la familia no son la consecuencia, sino el fundamento de la justicia y la solidaridad social" (Ver en este enlace del mismo blog Una casa sulla roccia).

Es lo que atesoramos.

FUENTE ORIGINAL: Una casa sulla roccia

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