"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

lunes, 3 de septiembre de 2012

SON LÁGRIMAS...



Una lágrima en la noche, una madre que llora por el hijo que ha naufragado en la droga.
Una lágrima sobre los pliegues de una sábana, un hombre que pierde a la madre de sus hijos por dar a luz

Una lágrima puede contener el mundo, es aquella del amor de Dios que sufre los padecimientos de la humanidad.


Lágrimas de espasmo, aquellas que vertió Jesucristo sobre las ruinas de Jerusalén.
Lágrimas de dolor, aquellas que mojaron la tumba de Lázaro.
Lágrimas de angustia, aquellas caídas sobre la fría roca, en el huerto de los olivos.

Las santas lágrimas de la madre y del hijo brotan copiosas, porque una espada traspasará el alma y una lanza traspasará el costado.

“Stabat Mater dolorosa, Iuxta crucem lacrimosa..”     
 
La Mater Dolorosa llora al unigénito, arrancado de la vida en la flor de la edad; agotado en el grito del abandono, exánime en el duro madero de la cruz, empapado de la sangre caída en la desnuda tierra y en el silencio escalofriante de la muerte, su cuerpo suave, cubierto de llagas, está allí, inmóvil, torturado y doblado por la violencia del crimen más atroz cometido en la historia; el Amor no amado, expuesto al escarnio; desvestido en su pudor de las miradas de los verdugos; Maria Santísima llora y todavía llora... Ríos de lágrimas cubren la desnudece del hijo y lo envuelven en el manto de su aflicción.
Es noche, el viento mueve el helado aire, entra en las entrañas de la tierra regadas por la sangre de aquel cuerpo privado de vida, el crucifijo, depuesto en el regazo de la madre dolorida, que lo abraza con miradas amorosas, movida por los gemidos indecibles del alma;  una señal y la esperanza se vuelve certeza. Jesús Resucitado traza la línea del tiempo y sutura el desgarro entre el pasado y el presente, entre la muerte y la vida, entre las tinieblas y la luz, entre la perdición y la salvación. La túnica dividida se ha repuesto y cubre de luz gloriosa aquel cuerpo inmaculado, incorrupto de la muerte y del pecado; es el Salvador de las gentes que resurge a nueva vida, El que es, el Eterno, el Hombre Dios aparecido ante la incredulidad de Santo Tomás.
                                                                                                                                   
Una lágrima contiene el sabor del mar... Son las lágrimas del corazón, amargas, invisibles, dolorosas, reservadas, escondidas a la vista indiscreta de los curiosos, encerradas en el silencio del alma, pero siempre siempre lágrimas...

Son lágrimas las que socavan las arrugas del anciano, abandonado en la soledad. Son lágrimas las que reengendran los corazones endurecidos por el odio y la venganza. Lágrimas de dolor las del niño que pierde a su mamá por un mal incurable. Lágrimas de arrepentimiento las de una madre que ha matado a la sangre de su sangre.


Lo mismo que el rocío realza la belleza de la flor, así las lágrimas de alegría que mojan la cabeza aterciopelada del niño recién nacido; lágrimas de alegría para los hijos que se casan; las lágrimas de conmoción, las del padre para el hijo hallado; lágrimas de estupor por el milagro de un paralítico que camina, de un mudo qué habla, de un ciego que ve.

Las lágrimas acompañadas de la plegaria, aplacan la cólera de Dios. 

María Santísima llora porque ama, llora porque espera, llora de dolor porque desea la salvación, llora porque llama a la conversión... Y Jesús no rechaza nunca las lágrimas de su Santa Madre.

Francesca Bonadonna


Nota: La foto fue sacada durante el prodigio de la lacrimación de Nuestra Señora, ocurrida en Siracusa desde el 29 de agosto al 1 de septiembre del año 1953. El 1 de septiembre se celebraban los 59 años de la lacrimación.

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