La condición más esencial de toda actividad fecunda es la inmovilidad orante. El apostolado se hace ante todo hincado de hinojos.
¡Pretender ser apóstoles y después no participar en el sacrificio del Salvador del mundo es pura imaginación e ilusión! Tenemos que aceptar siempre los sacrificios que se nos demanden. No hay que retirarse cuando lo que se nos pide cuesta tiempo, cuesta fatiga, cuesta sacrificio. Dios detesta a las personas tibias. Jesús no quiso la generosidad a medias.
Nosotros [los médicos] tenemos la ocasión que el sacerdote no tiene. Nuestra misión no acaba cuando la medicina no sirve ya de nada. Hay que llevar el alma a Dios y entonces nuestra palabra adquiere autoridad. Cada médico tiene que entregarlo [al enfermo] al Sacerdote. ¡Cuántos médicos católicos así son necesarios!
Cuanto más se siente el deseo de dar mucho, tanto más a menudo se necesita recurrir al manantial que es Dios.
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