"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

jueves, 3 de enero de 2013

LA HORA DE DIOS




 
El nuevo año, al dispararse en la media noche del 31 de diciembre, ha hecho su entrada y una primera fase en la rosa de los vientos se cumple, ya señalada por las amarguras, los temores y las fallidas promesas de un año ya concluido en la página del calendario. La página de la nueva historia se abre al devenir, mas exige esperanza y gobernar inquietudes, alejando nostalgias y retomando aliento. Sin espera, ni pretensiones, lucha, ama y espera, a pesar de que haya quedado la página triste de un tiempo, que atraviesa mares y océanos, desiertos y ciudad, cargando sobre sí las angustias de los continentes, endurecidos por la violencia indómita y por las persecuciones atroces de las conciencias humanas, exhaustas y exánimes sobre la árida tierra.
                                  
¿Cuándo acabará la loca carrera de la muerte?. ¿Cuándo terminará la persecución? ¿Cuándo dejarán los pecados colectivos su existir abominable?. ¿Tal vez cuando el hombre cambie su historia? ¿Garante de promesas fallidas y abusos sociales perpetrados a los débiles? Un día será demasiado tarde y la hora de Dios, de improviso, llegará implacable con su justicia. Nínive, ciudad temerosa de Dios, se ciñó las caderas y no pereció. Y nosotros, ¿qué es lo que hacemos?. ¿Esperamos inertes la hora del veredicto como aquellos paganos borrachos que se guasean por las calles hasta la honda noche?. ¿O como los fariseos?. ¿Mientras que se creía llegado el día de la profecía Maya? Este tiempo que queda es precioso, más que el oro, en la economía de la salvación y no permitamos que se desparrame en vano como agua de fuente y se desperdicie en las cloacas de la ciudad ennegrecida por el hollín. Un profetismo del engaño desenmascarado por la única Palabra, Verdadera, Inmutable e Imperecedera, que Dios dejó grabada en la memoria de todas las civilizaciones y dominaciones, por boca de su Hijo:

"Mas en cuanto al aquel día y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino el Padre solo".

"Velad, pues, porque no sabéis el día en que vuestro Señor vendrá"

El hombre de fe espera, el hombre de fe reza, el hombre de fe combate, el hombre de fe defiende la verdad y recusa la mentira. Repara las ofensas y glorifica al Señor, en la espera de su gloriosa venida.

Francesca Bonadonna

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