"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

miércoles, 26 de diciembre de 2012

LA VERDADERA HISTORIA DEL PESEBRE

 

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Un día un noble por nombre Giovanni, encontrando a Francesco [San Francisco de Asís], le requiere qué es lo que debería hacer para seguir el camino del Señor. Francesco le dijo que prepararse y preparar la Navidad. Entonces aquel hizo construir un establo, hizo llevar heno y traer un buey y un asno. Luego llegó diciembre...


La noche de Navidad del 1223 muchos pastores y campesinos, artesanos y gente pobre se encaminó hacia la gruta que Giovanni da Greccio había preparado por Francesco. Algunos habían traído regalos para hacerle homenaje al Niño y repartirlos con los más pobres. Francesco dijo querer celebrar un rito nuevo, más intenso y participativo; para ello había pedido el permiso al Papa. Envió a un sacerdote, que sobre un altar improvisado celebró la Misa. 

Francesco, rodeado por sus hermanos, cantó el Evangelio.

Francesco estaba ante el pesebre pleno de piedad, rociado de lágrimas, rebosante de gozo. Después del canto del Evangelio, dice Francesco: "Hermanos, esta es la fiesta de las fiestas. Hoy Dios se hace un pequeño niño y se amamanta del pecho de una mujer”. La comoción es tal que Francesco mismo se siente él mismo un niño y comienza a balbucir, tal y como hacen los niños. Entonces fue visto "dentro del pesebre un bellísimo niño adormecido que, al apretarlo con ambos brazos el beato Francesco, parecía despertar del sueño".

Entre los testigos del milagro muchos eran personajes dignos de crédito y esto contribuyó a divulgar la noticia en todo el Lacio, la Umbría y la Toscana hasta Génova y Nápoles: doquiera había un convento y doquiera se festejara la Navidad.

De aquel milagro muchos atrajeron beneficios espirituales y corporales: algunos se convirtieron y vinieron a ser más buenos, otros llevaron consigo el heno del pesebre de Greccio y lo usaron como medicina contra los males de hombres como de bestias. Una mujer, atribulada por un parto difícil, encontró fuerza y paz... Nació felizmente un niño y se hizo fiesta por toda la casa. Todo el país sabía de estos prodigios y tenía memoria de aquella noche santa, cuando un Niño se le apareció a Francesco, que había querido reconstruir el ambiente de la primera Navidad en un bosque de los Apeninos. 

La vida se reanudó con serenidad en los conventos donde habitaban los amigos de Francesco, en los caseríos de los campesinos y en las ciudades por las cuales Francesco andaba predicando la paz entre las facciones adversas y las familias enemistadas. Un día de diciembre un hermano muy temeroso de Dios inquirió a Francesco: "si también en Navidad se mantenía la obligación de no comer carne, dado que aquel año caía en viernes". Francesco, con firme dulcedumbre, le apostrofó: “Tu pecas, hermano, al llamar "viernes" el día en que es nacido el Niño". Esta es fiesta grande, decía, y recomendaba que también a los amigos animales aquel día les fuese dada comida en abundancia y que el buey y el asno tuvieran doble ración de cebada.

Su enseñanza fue recogida luego por los villanos y campesinos: a menudo las niñas que se encontraban por donde Francesco pasaba arrojaban al viento y por las calles cereales y trigo, para que las alondras y los petirrojos, los reyezuelos y las tórtolas silvestres no tuvieran que sufrir por falta de comida. Esta es la verdadera historia del pesebre… 

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