jueves, 19 de julio de 2012
¿LA PRIMAVERA O EL MARTIRIO?
Una violencia como nunca se había visto se ha desatado contra las comunidades cristianas distribuidas por el mundo. Cristianos asesinados a sangre fría por el fundamentalismo islámico que está invadiendo estratégicamente Occidente. Un Occidente debilitado, vulnerable y desarmado. En nombre de la tolerancia es como hemos preparado el camino para su acceso. Organizados en una red que golpea en el exterior a todas las comunidades cristianas, los musulmanes son una amenaza inminente para Italia, el objetivo principal, centro de la Cristiandad y sede del Vicario de Cristo. ¿Primavera árabe o martirio cristiano? Todo
se ha planificado para exterminar a todos aquellos que somos considerados por ellos como infieles, a todos aquellos que han permitido la edificación de mezquitas a lo largo y ancho de Occidente, a todos aquellos que han introducido la religión islámica en los programas escolares, a los que les han acogido en la sociedad hasta una perfecta integración nacional. Los riesgos que corremos ahora son altísimos, las organizaciones islámicas son sólidas y bien estructuradas, con el apoyo y la complicidad de los fuertes poderes imperantes en nuestro territorio. Guerras de odio declarado se han sucedido a lo largo de milenios.
Desde Gregorio VII (1073-1085) a Clemente V (1305-1314) más de veinte Papas han apoyado la misión de los cruzados. Y si somos cristianos en el presente a estos héroes se lo debemos, a ellos que pagaron con la sangre de su martirio nuestra libertad religiosa. ¿Existe hoy en día todavía el espíritu de las Cruzadas? La de los cristeros en México, en nombre de Cristo Rey, defendió su fe hasta el martirio y la de los cristianos muertos en la Vendea… ¿de quién era la culpa de no querer renunciar a Dios? Estos acontecimientos no pueden pasar en silencio. Negar nuestras raíces cristianas en la constitución de la Comunidad Europea es verdaderamente un acto de omisión e injusticia a la historia.
Hogaño hablamos sobre cómo fueron aquellos tiempos. Mientras tanto, si seguimos los telediarios y las redes sociales asistimos a una avalancha de noticias en las que vemos a los cristianos perseguidos por su fe, indefensos ante las instituciones, comunidades religiosas masacradas en las horas de oración… Y cuando eso ocurre, mientras tanto, al otro lado de la pantalla, nosotros, con las manos atadas por un la cultura occidental buenista que todavía considera posible convivir con lo que para el país y para nuestra familia está configurándose como un peligro emergente.
Ante estos hechos asistimos con indiferencia, como una generación privada de identidad cristiana; y los jóvenes, ajenos al alcance de estos sucesos, viven en el mundo, sin preparación ninguna para reaccionar ante cualquier peligro; superficiales y distraídos, pensando en disfrutar de la vida como si la vida fuese sólo una mera diversión discotequera que se va consumiendo día a día hasta la última exhalación. ¿Pero qué es lo que le está sucediendo a esta humanidad debilitada, anestesiada y separada de sus raíces, raíces cuyos recursos sociales, psicológicos y espirituales son la fuerza en este drama?
En nuestro presente vivimos horas terribles, pero ésta es nuestra hora histórica y debemos afrontarla aguardando muy duros acontecimientos. Seguimos adelante con determinación y fiados en la esperanza y la intercesión de los mártires cristianos, continuaremos nuestra batalla como una cruzada de oración de día y de noche, para iluminar el camino que Dios quiere, que será el justo, que resplandecerá como la luz en las tinieblas de este mundo.
“No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres”. (Mateo 5:13-16)
Vigilantes como las vírgenes prudentes del Evangelio que esperan al esposo, prontas con las lámparas encendidas en la hora del juicio…
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