En el transcurso del tiempo en que estuvimos conversando, entraron silenciosas, cogidas de la mano, dos gemelos de dos años que, al advertir nuestra extraña presencia, con timidez y la cabeza gacha, se lanzaron con fuerza al cuello de la superiora y allí permanecieron firmes, como agarrados a una roca todo el tiempo. A la postre, una vez que se sosiegaron, ya seguros, cerraron los ojos y se durmieron tiernamente; se demostraba así que, solo tenían por sereno y fuerte a esos brazos maternos, que los habían atendido desde que dieron sus primeros pasos y pronunciaron las primeras sílabas... Se sentían protegidos y no debían temer; nada ni nadie los disuadía de la idea que habrían de dejar por un instante a sus amadas monjas. Al final, para su enamorado corazoncito se hacía la calle a la que, de allí a poco, pasarían... La impensable separación del amor que los había acompañado de la mano en todas las estaciones de su todavía breve existencia.
¡Una verdadera "lección de vida"!
"La casa construida sobre la roca" (Mateo 7, 24-29) está fundada sobre la estabilidad, sobre la seguridad y está cierta de resistir en pie, aunque venga el viento, aunque llegue la tempestad, aunque se precipite la lluvia. Esa casa resiste porque tiene un sólido fundamento que la hace permanecer en pie.
El amor en Cristo es nuestro fundamento. La Palabra de Dios es la eterna roca cuando sobreveniene la hora de la prueba. La Fe es la fuerza estable que nos acompaña y nos preparamos a la separación...
Una dura prueba aquella de los gemelos pequeños, pero una siembra que no verá el ocaso cuando el sol vaya de vencida. Una lección de vida que durará para toda una vida
¡Gracias!
Francesca Bonadonna
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