|
"Al final, Mi Inmaculado Corazón triunfará" |
Traducimos al español, por su gran interés, el artículo Chiesa, attacchi «inauditi» e «terrificanti», de Massimo Introvigne 24-02-2013. Este artículo, como suele ocurrir con los textos de Massimo Introvigne, podrá orientarnos en las procelosas aguas que enturbian los enemigos de Dios y podrá permitir que interpretemos la hora presente, con los signos de los tiempos, de estos tiempos que se desenvuelven en la perplejidad, precipitados en la desinformación, la manipulación de noticias y, en fin, toda la corte de mentiras que propala el odio de los enemigos de Cristo y de su Santa Iglesia, los que asestan terribles golpes contra el Romano Pontífice. Nosotros, perseverando en la Fe, nos mantemos fieles al Dulce Cristo en la Tierra, al Sucesor de Pedro, al Santo Padre de Roma y pedimos a Dios que nunca permita que desfallezcamos, que nos asista para mantener siempre nuestra fidelidad a Él, concediéndonos cuanto sea menester para defender eficazmente a la Iglesia Católica hasta el último aliento de nuestra vida.
IGLESIA, ATAQUES "INAUDITOS" Y "TERRORÍFICOS", por Massimo Introvigne.
Así lo revela la nota, cierto que muy inusual, publicada el sábado por la Secretaría de Estado: es un ataque inaudito. Es el ataque al que está sometida la Iglesia en vista del Cónclave, y que es la
culminación de cuanto ha sucedido durante todo el pontificado de Benedicto
XVI. Una persecución diaria, que nunca se ha detenido. No empleo al azar la palabra "inaudito". Es
una palabra muy fuerte que indica que no sólo, con esta gravedad, nunca sucedió antes, sino que -propiamente- tampoco nunca antes se escuchó decir. "Inaudito": que nunca antes ha sido oído. Empleo esta palabra porque es de Benedicto XVI. La emplea, en un pasaje que parece escrito para los acontecimientos de los últimos días, en la encíclica "Caritas in Veritate" (75):
"Muchos, dispuestos a
escandalizarse por cosas secundarias, parecen tolerar injusticias inauditas". Y con "sufrimientos inauditos" hizo referencia a las matanzas de cristianos
en África, cuando el Papa se dirigió en una carta al presidente de los obispos de
Kenia en el año 2008.
A "inaudito" hay que añadirle otro adjetivo de fuerza poco común: "terrorífico". El
Papa lo empleó en el viaje a Fátima a propósito de los ataques que provenían del seno mismo de la Iglesia: "También es el hecho de que no sólo de fuera vienen ataques al Papa y a la Iglesia, sino que los sufrimientos de
la Iglesia provienen precisamente del seno de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia. Esto también se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos de un modo realmente
aterrador: que la más grande persecución de la Iglesia no viene de los enemigos exteriores, sino que nace del pecado en la Iglesia" Y
-siempre a propósito de los ataques internos- en la carta del 10 de Marzo de 2009, donde explicaba por qué había levantado la excomunión a los
obispos consagrados por el Monseñor Marcel Lefebvre (1905-1991),
Benedicto XVI utilizó por tercera vez, una fortísima expresión, tomada de la Epístola a los Gálatas de San Pablo: que en la Iglesia hay algunos que quieren "morder y devorar" a los que perciben como adversarios y, por último al mismo Pontífice: "'Pero si mutuamente os mordéis y os devoráis, mirad que acabaréis por consumiros unos a otros'. He estado siempre inclinado a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a veces se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos, también puede ser así. Pero desgraciadamente este 'morder y devorar' existe también hoy en la Iglesia."
Revisemos todo esto abriendo los periódicos hostiles a la Iglesia -siempre los de costumbre: desde "Repubblica" al "New York Times", de los que tantos otros se hacen eco, y sorprendentemente también otros medios que se dicen católicos- a propósito del Cónclave. Todo se reduce al escándalo, a la porquería, a la vergüenza. Noticias
reales, tales como las relacionadas con los sacerdotes pedófilos
son amplificadas desmesuradamente hasta perder cualquier contacto con la realidad, según el mecanismo que la sociología llama "pánicos
morales". Ninguno se avergüenza de inventar noticias del todo falsas, como
las que continúan circulando por Internet sobre las órdenes internacionales de arrestar a Benedicto XVI o la presunta mención, en el
informe de tres cardenales que investigaron el caso Vatileaks, sobre la implicación de prelados cercanos al Papa en escándalos sexuales.
Sólo un cardenal -comprometido en defender el Magisterio del Papa- es citado a los tribunales, en tanto que posible "papable". Con razón o sin ella pronto se denuncia cualquier escándalo, preferentemente ligado a la pedofilia y, todavía mejor, remontándose a unas décadas atrás, pero sobre el cual -véase el caso-
los jueces reclaman la declaración al cardenal precisamente en estos días. Le está sucediendo en los Estados Unidos al cardenal Timothy Dolan,
arzobispo de Nueva York y presidente de la Conferencia Episcopal, según un modelo de "justicia de relojería" inventado por ciertos
fiscales italianos, empero extendido ahora por todo el mundo. Y no es el único caso.
¿Quién ha conspirado contra Benedicto XVI y ahora conspira contra el Cónclave? ¿Quién "muerde y devora"? ¿Quién, con estrategias "terroríficas", trata de encubrir sus "injusticias inauditas"? La respuesta es compleja, y ciertamente no hay un único "personaje", un único director. Para comprenderlo mejor, podemos examinar la primera gran ofensiva que se orquestó contra
Benedicto XVI, a partir del discurso de Ratisbona del 12 de Septiembre
de 2006, que contenía una cita juzgada como en algo ofensiva en lo que concernía al Islam y a
los musulmanes.
Apenas pronunciado este discurso, se inició un proceso en tres fases. La primera fase: un buen número de medios de comunicación occidentales, a la cabeza el de costumbre -New York Times-, sacando la cita fuera del contexto y, de golpe y porrazo, abriendo la primera página con la noticia de la presunta ofensa a los musulmanes. Segunda fase: el coro al unísono de los líderes católicos hostiles al Papa,
complacientemente conceden entrevistas a los mismos medios de comunicación. En
tercer lugar: los musulmanes ultra-fundamentalistas difunden la noticia
en los países donde operan y se pasa a la violencia, contra monjas y
sacerdotes, golpeados y asesinados, y son incendiadas las iglesias.
Este esquema se vuelve a encontrar en muchos otros episodios. Un ejemplo típico es aquel de Marzo de 2009 cuando -sobre el avión que lo llevaba a Camerún- Benedicto XVI responde a un cronista francés que le hizo una pregunta sobre el SIDA, explicando que la distribución masiva de preservativos no resuelve, sino que agrava el problema. La respuesta del Papa -por otro lado, científicamente correcta- ocupa
las noticias internacionales durante todo el viaje, eclipsando sus
profundas enseñanzas sobre las fechorías de las instituciones
internacionales y algunas multinacionales en África -y tal vez puede que con ese sólo propósito. También
aquí están los principales medios de comunicación laicistas para montar bulla, pero entonces -la segunda fase- intervienen para "morder" al Papa los teólogos progresistas y los "católicos adultos". Por
lo que -es la tercera fase- llega la violencia, no física esta vez, pero institucional de los gobiernos como Bélgica que critican al Papa y
anuncian medidas contra la Iglesia. Se crea aquí el contexto en el cual, después de algunos meses, la policía belga, a la
caza de improbables pederastas, secuestrará físicamente por unas horas a los obispos locales y abrirá las tumbas de dos cardenales, para buscar en ellas documentos relativos a la pedofilia que allí hubieran podido ser escondidos, tal y como una de las peores páginas de Dan Brown.
Los ataques son "inauditos" precisamente por no proceder de una sola parte. Contra Benedicto XVI y hoy contra la Iglesia y el Cónclave se puede decir que los promueven cinco enemigos distintos.
El primero, tal vez más potente y peligroso, es el constituido por la galaxia de organizaciones laicistas, homosexualistas, masónicas, feministas, desde las clínicas de aborto y eutanasia, desde industrias farmacéuticas que venden productos abortivos, de los abogados que reclaman indemnizaciones multimillonarias por los casos de pedofilia. Estos lobbys odian a la Iglesia por su oposición intransigente al relativismo y por su defensa de los principios no negociables en los temas de la vida y de la familia, que muchas veces también incomodan negocios muy lucrativos. Y es un lobby que tiene una influencia de verdad que "inaudita" sobre los medios de comunicación mundiales más potentes.
El segundo grande enemigo de la Iglesia, a menudo peligrosamente descuidado por el malentendido espíritu de diálogo y "buenismo", es el ultra-fundamentalismo islámico. Ilusionado en que es de veras posible para el Islam reemprender la conquista del mundo entero, entusiasmado por sus éxitos, primero terroristas -a partir del 11 de Septiembre- y después politicos, el segmento más radical del Islam fundamentalista ha sufrido como una herida intolerable que los cristianos hayan sobrepasado, según estadísticas, a los musulmanes en el continente africano -el dato se refiere a África en su conjunto, incluido el Magreb -y ha respondido con asesinatos y masacres. A este fundamentalismo radical Benedicto XVI -muy cuidadoso en no confundirlo con el Islam en general- siempre lo ha tenido en cuenta. Ciertamente, el ultra-fundamentalismo islámico está ideológicamente muy lejos del laicismo. Pero está dispuesto a aprovechar los medios de comunicación laicistas para atacar a la Iglesia, y aprovecharse del silencio de estos medios cuando su violencia se dirige contra los cristianos.
El tercer gran enemigo de Benedicto XVI ha sido y es el progresismo católico y la acción insistente y fastidiosa de aquellos "católicos adultos" y teólogos que han visto amenazados su autoridad y su poder en la Iglesia con el desmantelamiento, llevado a cabo por Benedicto XVI, de aquellas interpretaciones del Concilio Vaticano II en términos de discontinuidad y ruptura con el Magisterio precedente, interpretaciones sobre las cuales y durante décadas habían construido carreras y fortunas. Y hoy, a la vista del Cónclave, este progresismo -cuyas quejas encuentra rápidamente eco en los medios de comunicación internacionales de signo laicista- intenta agredir de antemano a los cardenales más activos y fieles en difundir estas enseñanzas del Pontífice.
Pero la "hermenéutica de la reforma en la continuidad" del Vaticano II del Papa Ratzinger, si subrayó la continuidad, también ha precisado siempre que no es facultativo aceptar, del Concilio, el elemento de reforma.Y justo sobre el punto según el cual es obligatorio aceptar el Concilio en sus documentos, y también en su sentido de acontecimiento histórico global, Benedicto XVI ha sido atacado cada vez con mayor acritud también por un cuarto frente, el de los ultra-conservadores que tal vez al inicio se habían ilusionado con encontrar en él un cojín y un sostén. Solo el que no conoce estos ambientes no se da cuenta de cuantas voces y rumores -más tarde recogidos por los medios de comunicación anti-católicos- han sido inicialmente difundidos justo aquí, y de cuantos daños han producido los ataques que han tratado de golpear a Benedicto XVI sobre el punto grave y delicadísimo de la ortodoxia doctrinal, sembrando dudas y sospechas. Y en los últimos días hemos visto que el respeto ostentado por ciertos ambientes ultra-conservadores por el Papa no era nada más que fachada, cuando algunos, con un violento mal gusto, lo han comparado incluso con el capitán Schettino* (ver nota abajo), y le han atacado sin reservas por el discurso a los párrocos
romanos, donde Benedicto XVI reiteró el deber de fidelidad de todos al verdadero Vaticano II, que era y es diferente de su representación a
menudo distorsionada en los medios de comunicación.
Por último, Benedicto XVI ha tenido también un quinto enemigo, inconsciente e involuntario, pero no por ello menos peligroso. Se trata de las imprudencias, demoras y errores de comunicación de los mismos colaboradores del Papa. En la época de Internet y de Facebook si una noticia falsa no se desmiente en dos o tres horas, la posibilidad de réplica eficaz se reduce a poco más que cero. Mejorar la comunicación de la Santa Sede es uno de los grandes desafíos que ocuparán al próximo Pontífice.
Los resultados de estos ataques "inauditos", lo dijo entonces el Papa en el viaje a Fátima, son a su vez inauditos. No solo leyendo los periódicos o mirando la televisión nos encontramos ante "ambientes humanos donde el silencio de la fe es más amplio y profundo: los políticos, los intelectuales, los profesionales de la comunicación que profesan y promueven una propuesta monocultural, con desprecio por la dimensión religiosa y contemplativa de la vida". Es que también la misma fe está en peligro de muerte. "La fe en amplias regiones de la tierra corre el riesgo de apagarse como una llama que languidece y no se aviva". No sólo hay corifeos del secularismo, sino que "no faltan creyentes que se averguenzan y que tienden una mano al secularismo". Y el resultado es que la misma verdad natural se ve mermada: y todo "pueblo, que deja de saber cuál sea la justa verdad muere perdido en los laberintos del tiempo y de la historia".
No ver lo tan "inauditos" que son los ataques no es cultivo de la esperanza cristiana, sino solo imprudencia. "El hombre ha podido desencadenar un ciclo de muerte y de terror, pero no logra detenerlo", dijo entonces el Papa en Fátima. Al mismo tiempo, justo en Fátima, el Papa ha recordado las palabras de la Santísima Virgen María que, después de haber anunciado terribles tragedias, concluyó su mensaje en Portugal anunciando: "Al fin, mi Inmaculado Corazón triunfará". Sí, repetía entonces Benedicto XVI, "ningún poder adverso podrá destruir jamás a la Iglesia". Probablemente corresponderá al próximo Pontífice celebrar en 2017 el centenario de las apariciones de Fátima. Ahora merece la pena releer, con temor y esperanza -toda vez hecha la consideración tan realista de la crisis inaudita y "terrorífica"- cuanto Benedicto XVI hubo afirmado en Fátima el año 2010, a siete años vista del centenario del 2017: "Que estos siete años que nos separan del centenario de las Apariciones puedan apresurar el preanunciado triunfo del Inmaculado Corazón de María, a gloria de la Santísima Trinidad".
NOTA:
*Recordamos que el capitán Francesco Schettino se encontraba al timón del crucero italiano "Costa Concordia" y que, por su imprudencia, llevó al barco a chocar contra un arrecife de la costa italiana, provocando un siniestro de gran envergadura, esto ocurrió el viernes 13 de Enero de 2012.
Massimo Introvigne, en LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA