San Alfonso María de Ligorio |
LAS COSAS DE LA FE Y LA SALVACIÓN
No debe imitarse a ciertos padres y a ciertas madres que no cumplen este deber por el afán de mantener ocupados a los mismos hijos con otras cosas. La consecuencia es que aquellos infelices no saben confesarse, no conocen las principales verdades de la Fe, ignoran la Santísima Trinidad, la Encarnación de Jesucristo, el pecado mortal, el Juicio, el Infierno, el Paraíso y la eternidad. Muchas veces esta ignorancia es causa de condena y los padres tendrán que rendir cuentas de ello a Dios.
Además es deber de los padres vigilar la conducta de los hijos, conocer los lugares y las personas que frecuentan.
Los padres también pecan si no se cuidan de que sus hijos reciban los Sacramentos, santifiquen las Fiestas y los otros preceptos de la Iglesia.
Y doblemente pecan si causan escándalo en pronunciar delante de los hijos blasfemias, obscenidades u otras palabras ofensivas, o cometiendo ante ellos una mala acción. Los padres tienen la obligación de dar el buen ejemplo a los hijos.
Como los jóvenes pueden tener una buena conducta, cuando ven con frecuencia que sus padres blasfeman, maldicen, injurian al prójimo, profieren ofensas, hablan de venganzas, de obscenidades, y repiten ciertas máximas pestíferas como: "No es necesario preocuparse tanto. Dios es misericordioso, ¿no va a tolerar Él unos pecados?". Santo Tomás dice que, en cierto modo, los padres obligan así a los mismos hijos a pecar.
Hay padres que se lamentan de tener malos hijos. Jesucristo dice: “¿Alguna vez cosecharon uvas de espinos?” (Mt. 7, 16). ¿Cómo pueden ser buenos los hijos si tienen malos padres? Sería menester un milagro.
Y también es verdad que a veces los progenitores que dan un mal ejemplo no corrigen a los propios hijos, pues no se atreven a reprenderles a los hijos por pecados que ellos mismos cometen. Santo Tomás dice que, en este caso, un padre debe, por lo menos, pedir a su hijo que no le siga en el mal ejemplo que él le da. A lo que yo alcanzo, cuando los padres dan mal ejemplo, no se puede esperar ningún fruto ni de las advertencias, ni de los ruegos, ni de los castigos.
(San Alfonso María de Ligorio, Oeuvres Complètes - Oeuvres Ascétiques, Casterman Tournai, 1877, 2a. ed., t. XVI, pp. 474-480. Paolo Norata, joven miembro del Circolo Culturale Plinio Corrêa de Oliveira tradujo -supongo que del francés al italiano. Y yo lo he traducido del italiano al español:
IL RESTO RITORNERÀ
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