miércoles, 7 de noviembre de 2012

TÚ, CÁNDIDA AZUCENA




Salve, noble, gloriosa e intacta niña, 
tú pupila de la castidad, 
tú materia de la santidad que le gustó a Dios.
En ti en efecto ocurrió aquella celeste infusión, 
por la cual el Verbo divino se revistió en ti de carne
, cándida azucena,
a la que Dios volvió la mirada antes que a cualquier otra criatura
Oh, bellísima y dulcísima;
¡cuán grandemente Dios en ti se ha complacido!
En el calor de su abrazo
ha hecho brotar en ti a su Hijo,
para así poder recibir de ti la leche.
Así tu vientre exultó de alegría, 
cuando toda la sinfonía celeste de ti con ímpetu manó
porque tú, oh Virgen, llevaste al Hijo de Dios,
por lo que tu castidad refulgió en Dios.
Tu carne probó la alegría,
como la yerba sobre la que recae el rocío
infundiéndoos frescura;
así también les ha ocurrido en ti, oh Madre de todos los gozos.
Ahora toda la Iglesia resplandezca de gozo
y resuene en la armonía
por la dulcísima Virgen María,
digna de loor, Madre de Dios. Amén.

[Santa Hildegarda de Bingen]
Su nombre de pila, interpretado etimológicamente, quiere decir "Aquella que es audaz en batalla".

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