"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

sábado, 6 de octubre de 2012

LEPANTO SEGÚN CHESTERTON

Batalla de Lepanto, Paolo Veronese

Blancas las fuentes en los patios soleados;
El Sultán de Estambul ríe para sí mientras juegan.
La risa de esa cara que todos temen es como las fuentes,
Y agita la tenebrosa foresta de su barba fosca,
Y curva la media luna sangrienta, la media luna de sus labios,
Porque al más interior de los mares del mundo lo revuelven sus bajeles

Que han retado a las albas repúblicas por los cabos de Italia,
Han arrojado sobre el León del Mar el Adriático,
Y la agonía y la perdición abrieron los brazos del Papa,
Que pide espadas a los reyes cristianos para blindar la Cruz.
La fría Reina de Inglaterra se contempla en el espejo;
Bosteza la sombra de los Valois en la Misa;
Retumban los cañones de España allá en las irreales islas del crepúsculo,
Y el Señor de la áurea Cornucopia se está carcajea a la luz del sol.


Suenan vagos tambores, amortiguados por las montañas,
Y sólo un príncipe sin corona es el que se ha agitado en un trono sin nombre,
Y abandonando su dudoso trono e infamado sitial,
El último caballero de Europa toma las armas,
El último rezagado trovador que oyó el canto del pájaro,
Que otrora fue cantando hacia el meridiano, cuando el mundo todo era joven.
En ese vasto silencio, minúsculo y sin miedo
Sube por la senda sinuosa el ruido de la Cruzada.

Braman los fuertes gongs y atruenan los cañones,
Don Juan de Austria marcha a la guerra.
Forcejean enhiestos estandartes en las frías rachas nocturnas,

Negra púrpura en la sombra, antiguo oro en la luz,
Rojo de las antorchas en los atabales de cobre.
Las chirimías, los clarines, los cañones y aquí está él.
Ríe Don Juan con su bizarra barba ensortijada.
Repele, pisando firme el estribo, los tronos todos del mundo,
Alza la cabeza como bandera de los libres.
Luz amorosa para España ¡Hurra!
Luz mortífera para África ¡Hurra!
Don Juan de Austria
Cabalga hacia el mar.


Mahoma, sobre el lucero del véspero, está en su paraíso
(Don Juan de Austria marcha a la guerra.)
Se menea el grande turbante en el regazo de la inmortal hurí,
El turbante que le hicieron los mares y los ponientes.
Sacude los jardines de pavos reales al despertar de la siesta,
Y camina en la arboleda, más alto que los árboles,
Y a través de todo el jardín la voz es un trueno que llama
A Azrael el Oscuro y a Ariel y al vuelo de Ammon:
Genios y Gigantes,
De muchísimas alas y de muchísimos ojos,
Cuya fuerte obediencia dividió el cielo
Cuando era rey aquel Salomón.


Desde las encarnadas nubes matutinas, en rojo y en morado se precipitan,
Desde los templos donde cierran los ojos los desdeñosos dioses amarillos;
Vestidos de verde ascienden de los infiernos rugiendo, verdosos marítimos,
Donde hay cielos desplomados, y malvados colores y seres sin ojos;
Sobre ellos se amontonan los moluscos y se encrespan las grisáceas selvasdel
mar,


Salpicados de un esplendoroso mal, la enfermedad de la perla;
Surgen en humaredas de zafiro por las azules grietas del suelo,
Se acumulan y se fascinan y rinden culto a Mahoma.
Y él dice: Haced pedazos los montes donde los ermitaños se esconden,
Y filtrad las arenas blancas y rojas para que no quede un hueso de santo
Y no déis tregua a los cristianos ni de día ni de noche,
Pues aquello que fue nuestra aflicción vuelve del Occidente.


Hemos puesto el sello de Salomón en todas las cosas bajo el sol
De sabiduría y de aflicción y de dolor por lo consumado,
Pero hay un ruido en las sierras, en sus montañas y reconozco
La voz que zaleó nuestros palacios -hace ya cuatro siglos:
¡Es el que no dice "Kismet"; es el que no conoce el Destino,
Es Ricardo, es Raimundo, es Godofredo el que apellida!
Es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde;
Ponedlo bajo vuestros pies, para que sea nuestra paz en la tierra.
Porque oyó redoblar de tambores y trepidar de cañones.
(Don Juan de Austria va a la guerra)
Callado y brusco -¡Hurra!
Rayo de Iberia
Don Juan de Austria
Sale de Alcalá.


En los surcos de la mar del norte, San Miguel está en su montaña.
(Don Juan de Austria, armado, ya avanza)
Donde los grisáceos mares relumbran y se cortan los filos de las marcas
Allí donde los marinos hacen su faena y las velas rojas se van.
Blande su lanza de hierro, rema con sus alas pétreas;
El fragor atraviesa Normandía; el fragor que está solo;
Llenan el Norte todo enredadado y escritos y ojos doloridos
Y ha muerto la inocencia de la ira y de la sorpresa,
Y el cristiano mata al cristiano en una habitación a puerta cerrada
Y el cristiano teme a Jesús que lo mira con otra cara fatal
Y el cristiano abomina de María, a la que Dios besó en Galilea.
Pero Don Juan de Austria cabalga hacia la mar,
Don Juan que brama bajo la fulminación y el eclipse,
Que brama con la trompa, con la trompa de sus labios,
Trompa que dice ¡Ah!
¡Domino Gloria!
Don Juan de Austria
Les está gritando a los barcos.


El rey Felipe está, con el Toisón al cuello, en su celda
(Don Juan de Austria armado está en la cubierta)
Negro y suave terciopelo cual el pecado tapiza los muros
Y hay enanos que se asoman y hay enanos que se escurren.
Tiene en la mano un pomo de vidrio con los colores de la luna,
Lo toca y vibra y se pone a temblar
Y su cara es como un hongo de un blanco de lepra y gris
Como plantas de una casa donde no entra la luz del día,
Y en ese filtro está la muerte y el fin de todo noble esfuerzo,
Pero Don Juan de Austria ha disparado sobre el turco.
Don Juan está de caza y sus lebreles han ladrado-
El rumor de su asalto recorre la tierra de Italia.
Cañón sobre cañón, ¡ah, ah!
Cañón sobre cañón, ¡Hurra!
Don Juan de Austria
Ha abierto el rugido del cañón.


En su capilla estaba el Papa antes que el día rompiera o la batalla.
(Don Juan en el humo se ha hecho invisible)
En aquel oculto aposento donde Dios mora durante el año completo,
Ante la ventana por donde el mundo parece pequeño y precioso.
Ve como en un espejo en el monstruoso mar del ocaso
La media luna de los atroces bajeles cuyo nombre es misterio.
Sus vastas sombras caen sobre el enemigo y oscurecen la cruz y oscurecen el alcázar
Y velan los esbeltos leones con alas en las galeras de San Marcos;
Y sobre los bajeles hay palacios de emires moros de oscura barbaza;
Y bajo los bajeles hay cadenas, donde con dolores sin cuento,
Gimen los cristianos cautivos enfermos y privados del sol
Como una raza de ciudades hundidas, como una nación en ruinas,
Ellos son como esclavos abatidos que en el cielo matutino
Subieron pirámides para dioses cuando era joven la opresión;


Son muchedumbre, enmudecida, desesperada como quien ha caído o quien huye
De los caballos altos de los Reyes en la piedra de Babilonia.
Y más de uno es ya un demente en su tranquila celda infernal
Donde por el ventanuco de su nicho lo espía un rostro amarillento,
Y no rememora a su Dios y no espera una señal-
(¡Pero Don Juan de Austria ha roto la formación de batalla

Don Juan, desde el puente de mando, pinta de matanza mientras cañonea.
Todo el mar se hace sangre cual la barcaza de un pirata sanguinario,
El rojo se derrama sobre la plata y sobre el oro.
Rompen las escotillas y se abren las bodegas,
Surgen las muchedumbres de cautivos que bajo el mar remaban
Cándidos de felicidad y ofuscados por el sol y encandilados por la libertad.


¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!
¡Don Juan de Austria
Ha dado libertad a su pueblo!


Cervantes en su galera envaina la espada
(Don Juan de Austria retorna con el laurel)
Y ve sobre una tierra cansada un mal camino en España,
Por el que eternamente en balde cabalga un insensato caballero flaco,
Y sonríe (mas nunca como esos Sultanes), y envaina la espada...
(Pero Don Juan de Austria retorna de la Cruzada.)



"Lepanto" (año 1915, de "The Collected Poems of G. K. Chesterton" with an introduction by Daniel B. Dodson, DODD, MEAD & COMPANY, New York, 1980), Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) 

San Pío V

  White founts falling in the Courts of the sun,
     And the Soldan of Byzantium is smiling as they run;
     There is laughter like the fountains in that face of all men feared,
     It stirs the forest darkness, the darkness of his beard;
     It curls the blood-red crescent, the crescent of his lips;
     For the inmost sea of all the earth is shaken with his ships.
     They have dared the white republics up the capes of Italy,
     They have dashed the Adriatic round the Lion of the Sea,
     And the Pope has cast his arms abroad for agony and loss,
     And called the kings of Christendom for swords about the Cross.
     The cold queen of England is looking in the glass;
     The shadow of the Valois is yawning at the Mass;
     From evening isles fantastical rings faint the Spanish gun,
     And the Lord upon the Golden Horn is laughing in the sun.

     Dim drums throbbing, in the hills half heard,
     Where only on a nameless throne a crownless prince has stirred,
     Where, risen from a doubtful seat and half attainted stall,
     The last knight of Europe takes weapons from the wall,
     The last and lingering troubadour to whom the bird has sung,
     That once went singing southward when all the world was young.
     In that enormous silence, tiny and unafraid,
     Comes up along a winding road the noise of the Crusade.
     Strong gongs groaning as the guns boom far,
     Don John of Austria is going to the war,
     Stiff flags straining in the night-blasts cold
     In the gloom black-purple, in the glint old-gold,
     Torchlight crimson on the copper kettle-drums,
     Then the tuckets, then the trumpets, then the cannon, and he comes.
     Don John laughing in the brave beard curled,
     Spurning of his stirrups like the thrones of all the world,
     Holding his head up for a flag of all the free.
     Love-light of Spain--hurrah!
     Death-light of Africa!
     Don John of Austria
     Is riding to the sea.
     Mahound is in his paradise above the evening star,
     (Don John of Austria is going to the war.)
     He moves a mighty turban on the timeless houri's knees,
     His turban that is woven of the sunsets and the seas.
     He shakes the peacock gardens as he rises from his ease,
     And he strides among the tree-tops and is taller than the trees;
     And his voice through all the garden is a thunder sent to bring
     Black Azrael and Ariel and Ammon on the wing.
     Giants and the Genii,
     Multiplex of wing and eye,
     Whose strong obedience broke the sky
     When Solomon was king.
     They rush in red and purple from the red clouds of the morn,
     From the temples where the yellow gods shut up their eyes in scorn;
     They rise in green robes roaring from the green hells of the sea
     Where fallen skies and evil hues and eyeless creatures be,
     On them the sea-valves cluster and the grey sea-forests curl,
     Splashed with a splendid sickness, the sickness of the pearl;
     They swell in sapphire smoke out of the blue cracks of the ground,--
     They gather and they wonder and give worship to Mahound.
     And he saith, "Break up the mountains where the hermit-folk can hide,
     And sift the red and silver sands lest bone of saint abide,
     And chase the Giaours flying night and day, not giving rest,
     For that which was our trouble comes again out of the west.
     We have set the seal of Solomon on all things under sun,
     Of knowledge and of sorrow and endurance of things done.
     But a noise is in the mountains, in the mountains, and I know
     The voice that shook our palaces--four hundred years ago:
     It is he that saith not 'Kismet'; it is he that knows not Fate;
     It is Richard, it is Raymond, it is Godfrey at the gate!
     It is he whose loss is laughter when he counts the wager worth,
     Put down your feet upon him, that our peace be on the earth."
     For he heard drums groaning and he heard guns jar,
     (Don John of Austria is going to the war.)
     Sudden and still--hurrah!
     Bolt from Iberia!
     Don John of Austria
     Is gone by Alcalar.
     St. Michaels on his Mountain in the sea-roads of the north
     (Don John of Austria is girt and going forth.)
     Where the grey seas glitter and the sharp tides shift
     And the sea-folk labour and the red sails lift.
     He shakes his lance of iron and he claps his wings of stone;
     The noise is gone through Normandy; the noise is gone alone;
     The North is full of tangled things and texts and aching eyes,
     And dead is all the innocence of anger and surprise,
     And Christian killeth Christian in a narrow dusty room,
     And Christian dreadeth Christ that hath a newer face of doom,
     And Christian hateth Mary that God kissed in Galilee,--
     But Don John of Austria is riding to the sea.
     Don John calling through the blast and the eclipse
     Crying with the trumpet, with the trumpet of his lips,
     Trumpet that sayeth ha!
         Domino gloria!
     Don John of Austria
     Is shouting to the ships.
     King Philip's in his closet with the Fleece about his neck
     (Don John of Austria is armed upon the deck.)
     The walls are hung with velvet that is black and soft as sin,
     And little dwarfs creep out of it and little dwarfs creep in.
     He holds a crystal phial that has colours like the moon,
     He touches, and it tingles, and he trembles very soon,
     And his face is as a fungus of a leprous white and grey
     Like plants in the high houses that are shuttered from the day,
     And death is in the phial and the end of noble work,
     But Don John of Austria has fired upon the Turk.
     Don John's hunting, and his hounds have bayed--
     Booms away past Italy the rumour of his raid.
     Gun upon gun, ha! ha!
     Gun upon gun, hurrah!
     Don John of Austria
     Has loosed the cannonade.
     The Pope was in his chapel before day or battle broke,
     (Don John of Austria is hidden in the smoke.)
     The hidden room in man's house where God sits all the year,
     The secret window whence the world looks small and very dear.
     He sees as in a mirror on the monstrous twilight sea
     The crescent of his cruel ships whose name is mystery;
     They fling great shadows foe-wards, making Cross and Castle dark,
     They veil the plumèd lions on the galleys of St. Mark;
     And above the ships are palaces of brown, black-bearded chiefs,
     And below the ships are prisons, where with multitudinous griefs,
     Christian captives sick and sunless, all a labouring race repines
     Like a race in sunken cities, like a nation in the mines.
     They are lost like slaves that sweat, and in the skies of morning hung
     The stair-ways of the tallest gods when tyranny was young.
     They are countless, voiceless, hopeless as those fallen or fleeing on
     Before the high Kings' horses in the granite of Babylon.
     And many a one grows witless in his quiet room in hell
     Where a yellow face looks inward through the lattice of his cell,
     And he finds his God forgotten, and he seeks no more a sign--
     (But Don John of Austria has burst the battle-line!)
     Don John pounding from the slaughter-painted poop,
     Purpling all the ocean like a bloody pirate's sloop,
     Scarlet running over on the silvers and the golds,
     Breaking of the hatches up and bursting of the holds,
     Thronging of the thousands up that labour under sea
     White for bliss and blind for sun and stunned for liberty.
     Vivat Hispania!
     Domino Gloria!
     Don John of Austria
     Has set his people free!
     Cervantes on his galley sets the sword back in the sheath
     (Don John of Austria rides homeward with a wreath.)
     And he sees across a weary land a straggling road in Spain,
     Up which a lean and foolish knight for ever rides in vain,
     And he smiles, but not as Sultans smile, and settles back the blade....
     (But Don John of Austria rides home from the Crusade.)

Gilbert Keith Chesterton

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