El Venerable Siervo de Dios Rvdo. Padre Fray Juan González Arintero, O. P.
(Lugeros, León 1860 - Salamanca, 1928)
SOBREEXCELENCIA DEL SER DE LA
IGLESIA CATÓLICA, APOSTÓLICA Y ROMANA; DIFICULTAD DE DEFINIRLA Y SÍMBOLOS PARA FIGURÁRNOSLA SIN AGOTAR SU REALIDAD
Siendo la Iglesia como una encarnación o síntesis de todo el orden sobrenatural, quererla definir estrictamente es intentar un imposible: es querer medir la inmensidad, determinar lo absoluto y referir lo inefable. Su excelencia traspasa por completo los límites de nuestra capacidad. Puesto que ofrece un carácer verdaderamente divino, y por tanto infinito, no tolera ningún género superior donde incluirse, ni por lo mismo puede hallar cabida en ninguna de las categorías que figuran en nuestras definiciones. Su unicidad y su divinidad la hacen indefinible; lo divino no se define, se admira en silencio y se celebra como se puede.
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Por lo mismo que es indefinible, nos ha sido representada bajo gran variedad de figuras y de símbolos, mediante los cuales pudiéramos ir formándonos de ella un concepto cada vez más amplio y exacto, o menos imperfecto, aunque siempre por necesidad muy distante de la inagotable realidad: por eso son muchos, para que no nos atemos a ninguno exclusivamente, como si fuera una representación adecuada. Cada cual representa analógicamente algunos aspectos, y todos juntos, elevándolos, por decirlo así, a una potencia infinita, podrán darnos la más adecuada idea que nos es posible formar, ya que ni juntos, ni menos aislados, pueden agotar la virtualidad del contenido. Esos símbolos, unos están tomados del arte humano, por ser los más comprensibles, otros, de los objetos naturales y sobre todo de los organismos vivientes y de las cosas humanas, por ser lo que mejor -o menos mal- puede representar la vitalidad inextinguible de la Iglesia de Dios y sus admirables funciones regeneradoras.
Las Santas Escrituras y los Padres la representan ora como una "casa", un "templo" vivo, un "tabernáculo", una "ciudad", o un "reino"; ora como una "familia" divina, o como un "banquete" regio; cuándo la simbolizan por una "nave", una "red", un "rebaño", un "redil", una "era", un "campo", una "viña", o un ameno "jardín"; cuándo la muestran como una "esposa", a la vez que virgen, madre, que se llama también "paloma" y "azucena entre espinas", o como un "árbol" celestial en que están injertados los fieles; y en fin, como místico "Cuerpo de Cristo".
Del conjunto de estos símbolos, se deducen -junto con la "visibilidad" de la Iglesia- su régimen monárquico, las cuatro principales "notas" que la caracterizan y, a la vez, su "indefectibilidad" doctrinal ("infalibilidad") y vital ("indestructibilidad"), su continua expansibilidad y su vitalidad siempre creciente.
Del libro "Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia", de Fray Juan González Arintero, O.P.
Semblanza del Teólogo dominico español aquí:
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