¿No debieran estar los católicos unidos?
Parece una pregunta que contradice el mismo término; pero no es un contrasentido: es una amarga realidad.
La verdadera unidad en la militancia católica no consiste solamente en ser católicos conservadores, cercanos al Papa y a la doctrina social de la Iglesia, prodigarse por las batallas serias en la defensa de los valores no negociables que reclaman fe, fuerza, empeño y constancia, sino que para extraer de ello un bien mayor es necesario alejarse de pasados, intereses, deseos y divisiones personales que crean facciones y rebajan la causa por la que se está luchando con fatiga.
El
Papa habla de unidad de los católicos en la fe, lo cual supone ayuda
recíproca, colaboración y deseo de unión por aquello que nunca debe
venir a faltar, la sed de almas, la única que lleva almas a la
salvación. Todo lo que sobrepasa esta sed de almas es solo miseria
humana que impide los planes de la Providencia.
En esta urgencia tan alarmante que golpea como un huracán a la entera humanidad, es necesaria una nueva evangelización, la que fermenta con el buen ejemplo.
Los jóvenes que se acercan a estas realidades son las nuevas palancas, la buena levadura de la sociedad, que escudriña nuestro testimonio y desea hallar humildad y coherencia; si se desea su bien éste es el único y auténtico apostolado que conquista las almas y las conduce por el buen camino, hasta alcanzar un crecimiento de la fidelidad del pueblo a Dios. Es un gran desafío que merece la pena ser vivido.
Francesca Bonadonna
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