lunes, 8 de octubre de 2012

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Dominicos holandeses, en defensa de Leonardo Boff, protestan aprovechando el viaje de Juan Pablo II a Holanda en 1982. 



El caso de la ex-Universidad Pontificia Católica del Perú destaca, como en el fondo de un cuadro, el problema de la sedicente "Teología de la Liberación", recientemente puesta sobre la mesa también por algunas declaraciones de altos prelados en Italia. Puede ser que no sea perfectamente conocida, sin embargo la Teología de la Liberación ha desempeñado un papel principal en la reciente historia hispanoamericana. He aquí un dossier que, de modo necesariamente sintético, nos introducirá en los vericuetos de esta corriente revolucionaria, condenada por el Vaticano en el año 1984.



Las doctrinas que después vinieron a constituir la Teología de la Liberación fueron debatidas en el curso de varios encuentros internacionales allá en los años sesenta. Entre ellos particularmente emblemático fue el mantenido en Cuba el mes de agosto de 1965 bajo la égida de Fidel Castro.

La expresión ya había sido empleada en 1959 por el teólogo de la liberación uruguayo Juan Luis Segundo, fue popularizada por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino, reputado por esa razón como "padre fundador" de la corriente, en el curso de un congreso del ONIS (Oficina Nacional de Información Social) en Chimbote, Perú, allá por el mes de julio de 1968. Gutiérrez en la práctica difundió y actualizó la tesina de licenciatura que, bajo la dirección de Henri de Lubac, presentó en la facultad jesuita de Lyon-Fourvière y más tarde publicó como libro, bajo el título "Una Teología de la Liberación. Perspectivas", convirtiéndose así en un hito de esta corriente: "Este libro -comenta Segundo- ha sido como un bautismo. Pero el niño estaba ya bien crecido".

Estamos en la víspera de la I Asamblea General del CELAM (Conferencia Episcopal Latina Americana en Medellín, Colombia), en la cual los exponentes de la corriente liberacionista tuvieron un papel crucial. La presencia del Papa Pablo VI confirió con posterioridad una autoridad al encuentro, en otros lugares se le empezó a denominar "el Vaticano II de la Iglesia latino-americana" y se presumía que habría producido un "giro copernicano" en el continente.

De hecho es considerado un acontecimiento que divide las aguas en la historia de la Iglesia en Iberoamérica, que finalmente habría roto por fin con su pasado "medieval", lanzándose a la aventura progresista. Más allá del verdadero tenor de los documentos, el "espíritu de Medellín" comienza a soplar fortísimo y escora cada vez más a amplios sectores eclesiásticos a la izquierda.

Este 68 eclesiástico se conectó, por lo tanto, con un proceso político revolucionario que, bajo la influencia de Cuba, vio pasar a la órbita soviética a un cierto número de países. En cambio, en aquellos países con gobiernos no comunistas, lo que logró la Teología de la Liberación fue empujar a los católicos a la oposición, incluso armada.

En Colombia, por ejemplo, emulando a Camilo Torres Restrepo, un cierto número de sacerdotes se unieron al grupo guerrillero ELN (Ejército de Liberación Nacional), autodefinido como "marxista-leninista-cristiano" (sic).

Es en este clima sobrecargado que sale a la luz, en 1971, la obra maestra de Gustavo Gutiérrez "Una Teología de la Liberación. Perspectivas".

Camilo Torres Restrepo (1929-1966), sacerdote católico y miembro del ELN (Ejército de Liberación Nacional), pionero de la "Teología de la Liberación".

“HACER TEOLOGÍA”

¿Cuáles son las coordenadas de esta teología?

Invirtiendo el método teológico -que parte de la Revelación contenida en las Sagradas Escrituras y en la Tradición para deducir principios después aplicados a la realidad- los teólogos de la liberación toman como punto de partida el análisis de situaciones concretas, partiendo de la casuística de las luchas revolucionarias en Iberoamérica. "La teología de la liberación -dice Gutiérrez- es una tentativa de comprender la fe partiendo de la praxis histórica concreta, libertadora y subversiva, de los pobres de este mundo."

La inversión se realiza siguiendo este razonamiento:

- La Revelación pública no ha concluido con la muerte del último Apóstol, sino que continúa a lo largo de la Historia y, más bien, en la Historia (inmanentismo historicista).

- Concretamente, Dios se revela en aquellos fenómenos que están a la vanguardia del proceso histórico, valga decir en los movimientos revolucionarios (socialismo, comunismo), eufemísticamente llamados "movimientos de liberación".

- Para analizar estos fenómenos sirve un instrumento de análisis político y sociológico.

- Hoy, el mejor instrumento de análisis es el marxismo.

"El marxismo, como marco teórico de todo el pensamiento filosófico contemporáneo no puede ser superado", aseveraba el P. Gustavo Gutiérrez. "Hoy, por la teología de la liberación -explicó a su vez a Luis Alberto Gomes de Souza- no existe instrumento mejor que el marxismo, que está inmerso en la praxis de la realidad."

Los teólogos de la liberación adoptaron por lo tanto el análisis marxista, lo aplicaron a los fenómenos sociales y políticos, para después vender las conclusiones -obviamente condicionadas por el método de análisis- como "teología"...

Por otra parte, la Teología de la Liberación no se presentaba como una escuela de pensamiento (ésto sería un "intelectualismo" absolutamente rechazable), sino que se presentaba como una "praxis" y, concretamente, un praxis revolucionaria. "La teología de la liberación supone una situación revolucionaria", explicó el liberacionista Gregory Baum. "Lo que entendemos por teología de la liberación es la implicación en el proceso revolucionario", sentenciaba Gustavo Gutiérrez.

He aquí por qué los teólogos de la liberación hablan de "hacer teología", alabando la "primacía de la praxis sobre la reflexión", un concepto de clara derivación marxista (la undécima "Tesis sobre Feuerbach"). "Antes de hacer teología tenemos que luchar por la liberación -escribieron los hermanos Leonardo y Clodovis Boff-. El primer paso de la teología es la involucración en los procesos de liberación de los oprimidos."

El marxista Roger Garaudy y el Obispo "liberacionista" Hélder Câmara

LA SIMBIOSIS CON EL COMUNISMO

Movidos por el deseo de "hacer teología" tomando parte en los procesos de "liberación", los secuaces de esta corriente empezaron a implicarse en las luchas políticas de la izquierda, a veces como protagonistas y a veces como partidarios. No pocos llegaron incluso a participar en la lucha armada. La maniobra les resultó fácil, dado que compartieron con Moscú el mismo objetivo: la instauración del comunismo.

"Comunismo y Reino de Dios sobre la tierra son la misma cosa", afirmaba el P. Ernesto Cardenal. "Encontrmos los valores del Reino de Dios en el socialismo real soviético", encarecía a su vez fray Leonardo Boff. 

El mismo Gustavo Gutiérrez era todavía más explícito: "Debemos hacer una revolución social que rompa el status quo e introduzca la nueva sociedad, la sociedad socialista".

De este modo el comunismo, que de suyo habría quedado como un fenómeno marginal en Iberoamérica, ha visto confluir a sus filas masas de católicos, con la explícita o implícita connivencia de no pocos prelados. Tristemente célebre quedará en la historia, por ejemplo, la protesta que en el año 1985 protagonizaron diecisiete obispos brasileños contra las medidas disciplinarias aplicadas por el Vaticano a Leonardo Boff.

Por su parte, Moscú apreciaba mucho a estos "compañeros de viaje". Así lo corroboran los cientos de intervenciones que pueden contarse a favor de ellos por parte de órganos vinculados al Komintern.

Resulta imposible enumerar, en el estrecho espacio de un artículo, los casos de simbiosis entre católicos y comunistas. Baste mencionar el decidido apoyo de la corriente liberacionista a las dictaduras filo-comunistas de los generales Juan Velasco Alvarado en Perú y Juan José Torres en Bolivia, además del apoyo prestado al gobierno marxista de Salvador Allende en Chile. Más recientemente los vemos apoyar a Hugo Chávez en Venezuela, a Evo Morales en Bolivia y a Rafael Correa en Ecuador.  

No fueron pocos los que llegaron a la lucha armada. Es conocida, por ejemplo, la participación de católicos en el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) en Chile, en el ELN (Ejército de Liberación Nacional) en Colombia, en los Tupamaros (Movimiento de Liberación Nacional) en Uruguay, en el ALN (Aliança Libertadora Nacional) en Brasil, etcétera. Pero quizás el caso paradigmático es el constituido por la masiva participación de católicos procedentes de las comunidades eclesiales de base en la guerrilla sandinista, en Nicaragua, que derrocó al gobierno, estableciendo una dictadura filo-soviética en el 1979.

El gobierno sandinista estaba sostenido por algunos obispos. Uno de ellos, Monseñor Pedro Casaldáliga, Obispo de Sâo Félix do Araguaia, en Brasil, participando en una reunión con guerrilleros sandinistas no titubeó en ponerse la ropa paramilitar, declarando: "Vestido de guerrillero me siento revestido con los paramentos sacerdotales. La guerrilla y la Misa son la misma celebración".

En esto fue apoyado por el cardenal de São Paulo, Paulo Evaristo Arns, que incitaba a los católicos brasileños a pasar temporadas de adiestramiento en la guerrilla de Nicaragua.

FUENTE ORIGINAL DEL TEXTO ITALIANO: ASSOZIACIONE TRADIZIONE FAMIGLIA PROPIETÀ

NOTA DEL TRADUCTOR:

Para este mismo tema, en español, recomendamos el libro "La hoz y la cruz", de D. Ricardo de la Cierva, Editorial FÉNIX, Madrid, 1996, 794 páginas. En el enlace una recensión del mismo (aquí).

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