miércoles, 5 de septiembre de 2012

EL CASTILLO-CISNE



Chenonceaux, una de las joyas del Valle del Loira, en Francia, fue construido entre 1515 y 1522 sobre los cimientos de una antigua aceña sobre el río Cher, afluente del Loira.



¡La impresión que el castillo de Chenonceaux suscita, a primera vista, es de entusiasmo! ¿Cuál es la causa de esta sensación? Supongamos que se tratase de un castillo construido sobre la tierra firme y que, en vez de tenderse sobre un río, para llegar a él tuviéramos que recorrer un camino banal, polvoriento por estar transitado por carrozas, automóviles, etcétera. ¿No es la pura verdad que el castillo perdería por lo menos el cincuenta por ciento de su encanto? Todo esto explica por qué su constructor ideó el conjunto arquitectónico de guisa tal que suscitara una sensación embriagadora. Fue una obra basada sobre el principio siguiente: todas las cosas que se reflejan en el agua ganan en belleza. De hecho, se prueba una sensación paradisíaca en el ver el agua del río fluir plácidamente, acentuada por el azul del cielo, y el castillo que, reflejándose en las aguas, reproduce su imagen sobre ellas. Como se puede observar, la mayor belleza del castillo consiste en haber concretizado esta idea originalísima de construir una parte sobre un puente. Y de tal modo ha sido realizado el diseño que, así diré, el castillo semejase un cisne sobre el agua. Es propiamente un castillo-cisne. Fluctúa sobre el agua como si fuere una fantasía, una cosa irreal, ¡un sueño!


Por otra parte, se puede observar, cuánta armonía ha sido puesta en esta portentosa obra de arquitectura, típica del espíritu francés.

El castillo está construido sobre tres elementos distintos. El primero es el puente con sus arcos, sobre el cual está construida el ala más ligera del edificio. El segundo elemento es el cuerpo central del castillo. Y, por último, a la izquierda una torre –que debe ser así como el residuo de una vieja fortaleza medieval: sólida, maciza, grande y que suscita una profunda sensación de estabilidad.

Lo que llama la atención es el contraste entre los arcos del puente, diáfanos y ligeros, y la base pesada de la parte central. Esta mezcolanza de firmeza, de estabilidad y de delicadeza crea un contraste armónico de opuestas cualidades que acentúa la fascinación que ejerce esta parte del edificio. Son estos tres elementos los que hacen mágico el castillo y explican su belleza.







Sobre el fondo se columbra un jardín espléndido. Un cuadrilátero que presenta un diseño y una vegetación bellísimos, tupido por la hierba esmeraldina de Europa que aquí -en Brasil- no conocemos. Este jardín está arreglado, “peinado“, de manera tal que no puede representarse alguna cosa mejor… Para compensar este excesivo arreglo hay a los lados un bosque "despeinado", en puro estado silvestre, que completa plenamente el panorama. En otras palabras, todo lo que parece espontáneo ha sido estudiado con extraordinaria medida, para provocar en el complejo este efecto.  El conjunto ha sido realizado con tamaña perfección que se percibe el concepto de armonía sin que la mayor parte de la gente logre expresarla. La grandeza de la armonía consiste cabalmente en no lograr precisar, a primera vista, en qué consista; ya que, para definirla, se requiere mucha atención


(Plinio Corrêa de Oliveira – “Catolicismo”, Marzo 2001)
 
Publicado en Circolo Culturale Plinio Corrêa de Oliveira

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